A menudo las emociones dominan a su propio amo, empujando su vida a un rumbo incierto y desconocido.
¿Cómo saber que estamos dominados por las emociones?
1. Cuando la persona sobrerreacciona.
Actúa sin pensar y evaluar, lo hace rápidamente y automáticamente. En este caso está ausente la inteligencia emocional: consciencia, lógica y razonamiento. Las reacciones son impulsivas y muchas veces destructivas. La persona reacciona basándose en los instintos básicos animales, solo intenta protegerse y sobrevivir. Dependiendo de la persona la reacción puede ser muy fuerte: ataques físicos, gritos, ofensas, agresión y pelea. O la persona simplemente se somete, se retira y sale del conflicto sin decir nada. Las emociones se reprimen y se guardan, dañando de a poco a su propio dueño.
2. Cuando hay cambio de punto de vista.
Desde el principio, la reacción y las emociones se aprueban. A la persona le parece que su actitud fue correcta, las palabras eran ideales y apropiadas, el resultado es excelente. Ofender o herir resultó ser fácil, sin cuestionamiento y remordimiento. La adrenalina ayudó bastante para defender el punto de vista o posición. La agresión que se justifica como defensa propia parece ser necesaria y óptima. Hay sensación de triunfo y gloria.
Al pasar el tiempo aparece lamento, vergüenza y culpa. Nace una nueva visión sobre lo sucedido: «¿quizás hablé demasiado fuerte?», «podría manejarlo mejor», «no debí decir tal cosa», «dije muchas cosas que no tienen nada que ver con lo que siento de verdad, solo me defendía», entre otras.También, aparece el deseo de esconderse y olvidar lo sucedido, no toparse con la persona cara a cara, borrar la imagen y olvidar de todo.
Lamentarse sobre el hecho, avergonzarse de lo dicho, no querer recordar ciertos momentos, son las señales que muestran que las emociones negativas predominaron durante la situación e hicieron su trabajo destructivo.
3. Cuando la persona muestra impredecibilidad.
La persona no tiene control sobre sus propias emociones, es una esclava de su propia negatividad. Nunca sabes qué esperar de esta persona, en qué minuto y cómo va a reaccionar, cómo va a contestar y cómo va a influir en la situación en ese momento.
El esclavo emocional generalmente siempre es negativo, crítica, reclama, culpa, exige. Muestra que está descontento y todo eso comparte con el mundo. El esclavo de las emociones está tan metido en su propio mundo y problemas, que no se da cuenta de que abruma con su mundo y problemas a los demás, imponiendo constantemente las vibraciones de frecuencias bajas en la relación.
Y cuando siente cosas bellas, como alegría, disfrute o satisfacción muchas veces actúa de la misma manera. Lo muestra a todo el mundo, impone y ocupa el tiempo de los demás con sus propias revelaciones y momentos.
4. Cuando se manifiesta el comportamiento de «disco rayado».
Las emociones tóxicas se conectan con los pensamientos destructivos. Sucede un intercambio constante entre el cuerpo mental y emocional. Ambos cuerpos sostienen y nutren uno al otro con la negatividad sin parar. La persona no deja de pensar en algún tema ni durante el día ni durante la noche.
Como un disco rayado una y otra vez repasa cada detalle y momento de lo que ya sucedió o de lo que va a pasar en el futuro. La persona gasta una cantidad enorme de energía, pensando sobre lo que podría ser distinto, qué podría cambiar, cómo podría decir una frase perfecta o qué postura debería tomar para ganar la batalla. Una y otra vez la persona proyecta en su interior la pelea, el conflicto, la discusión. Revive cada emoción, fomentándola aún más o reemplazando la emoción por una nueva.
El conflicto permanece en su interior, destruyendo la vida de a poco. En este caso la persona puede sufrir de insomnio. O puede durante el sueño seguir repasando la misma historia una y otra vez.
5. Cuando hay repetición de reacciones.
La persona repite la misma reacción una y otra vez, responde o actúa de la misma manera destructiva, día tras día, año tras año.
No aprende, no hace ajustes, mejoras o cambios para transformar la relación, el trabajo o salud propia. No logra evaluar sus propios comportamientos, detectar los momentos destructivos.
Por lo mismo, muestra las mismas emociones negativas, las mismas reacciones cada vez que aparece una situación desafiante.
La persona incansablemente repite cada palabra, comportamiento, reacción. Usa los mecanismos destructivos de defensa o ataque.
No se da cuenta de que está en un círculo vicioso, que repite los mismos errores, los mismos patrones y pisa el mismo palito.
No se da cuenta de que es la esclava de sus propias emociones y comportamientos.
6. Cuando se experimenta la desconexión del Alma.
Las emociones corresponden a nuestro lado humano. Están alojadas en un cuerpo-herramienta que el Alma utiliza para poder identificar la verdad. La desconexión del Alma nos lleva a una situación poco favorable, estamos desconectados de nuestra consciencia, lo que perjudicialmente influye en nuestra vida, incluyendo nuestra emocionalidad.
Cuando la persona está desconectada de su propia Alma permanece en un sueño letárgico. Es un estado primitivo, donde los instintos básicos predominan. Las reacciones de la persona están enfocadas solamente en estos instintos: reproducirse, alimentarse, luchar y sobrevivir.
Todas las emociones tienen relación directa con estos instintos básicos. La persona siente el peligro, la necesidad de defenderse y protegerse, compite y compara, teme y hace todo lo posible para garantizar su existencia. En estos momentos siente que está indefensa y sola. La desconexión del Alma no permite fluir, confiar, entregarse y aceptar la creación como perfecta y necesaria. El sentido de peligro no permite pensar, evaluar, racionalizar y alejarse del problema, que este problema es justamente sobre reacciones emocionales.
7. Cuando la persona tiene miedos.
Los miedos son catalizadores que nos muestran cuáles de nuestras emociones son predominantes y cómo nos destruyen. Si aparecen los miedos, inmediatamente aparecen múltiples emociones destructivas. Los miedos crean estas emociones negativas, las nutren y controlan. Y viceversa, los miedos se nutren con las emociones negativas.
Cuando la persona no sabe controlar los miedos, simplemente no sabe controlar sus propias emociones de frecuencias bajas. Generalmente, cuando la persona empieza a temer sus emociones destructivas la empiezan a dominar. Eso provoca estrés, ataques de pánico, insomnios, trastornos y pesadillas nocturnas, entre otros.
Muchas veces la persona conectada con los miedos no logra salir de este estado sin ayuda profesional y si no trabaja, los miedos vuelven a caer cada vez que aparece un nuevo desafío en la vida.
Espero que este artículo sea su guía diaria.
1 comentario en “¿Cuándo las emociones nos dominan?”
Felicitaciones!,, gran contenido … hace rato que no entraba y gran cambio .. gracias