La existencia y el futuro de la raza humana depende de su capacidad de adaptación a las nuevas condiciones planetarias que interfieren a nivel energético en el cuerpo físico, mental y emocional de cada individuo. Es decir, la flexibilidad que tiene para sobrellevar transformaciones fisiológicas y energéticas, con el fin de sostenerse en las vibraciones de frecuencias altas, dentro de un nuevo plan divino grupal.
Por esa razón no es suficiente cultivar la esperanza para dejar atrás las vibraciones de frecuencias bajas de los tiempos oscuros: la esclavitud, el desamor y la autodestrucción. Es necesario aceptar la existencia de la luz, el alma y la sabiduría de la naturaleza. Se hace imprescindible aprender a vivir en y desde el amor, lo que implica actuar en unidad con otros y el todo para contribuir y edificar hacia un bien mayor. El secreto radica en estar y permanecer despiertos, recuperar talentos olvidados y desarrollar virtudes nuevas con el propósito de dejar de ser un homo sapiens y convertirnos en un homo sabiens: un ser humano que sabe reconocer la verdad porque está conectado con la sabiduría. El tiempo que tarde en suceder esta transformación dependerá exclusivamente del trabajo individual. Cada uno tiene que asumir su responsabilidad en la creación de una nueva realidad tanto para el planeta como para sí mismo. Por ese motivo, en principio hay que centrarse en sentir el corazón, abrir el corazón y utilizar distintas herramientas espirituales a fin de sanar el mundo interno y crear una nueva realidad personal. Cuando el individuo sea capaz de sostener, emanar y expandir luz, estará en condiciones de contribuir en la reformulación de la estructura social, económica y jurídica, utilizando nuevas tecnologías con la intención de generar una sociedad saludable y constructiva. Aquella que use los conocimientos para desarrollar un ambiente sustentable a cada situación geográfica.